viernes, 31 de diciembre de 2010

El pintor anónimo

Juan Manuel Ayala no acostumbra a firmar sus obras pero la rúbrica no es necesaria para identificar su estilo, sus texturas y el conjunto de su obra.





En la plaza de San Rafael se encuentra emplazado el taller de uno de los pintores cordobeses más entrañables y que se mantiene en la más absoluta intimidad y austeridad. Y es que Córdoba ha dado como fruto de su cultura y de su riqueza patrimonial, grandes artistas que se sientan a pintar en medio de la soledad, las pintorescas calles de la ciudad y sus personajes cotidianos.

Lejos de la fama ansiada por muchos de los artistas de nuestro tiempo, Juan Manuel Ayala cultiva su arte no para la admiración de la humanidad sino como desarrollo de su espiritualidad y de su persona.

Un artista no es un artesano pero del mismo modo, no sólo se realiza como tal magnificando su obra, sino también, prestando sus dotes artísticos para realizar encargos que requieren de su maestría.

En este caso, es sólo un grupo reducido de familiares y amigos los afortunados con los que comparte su vida y el don más preciado que tiene, la pintura. Y en ocasiones realiza trabajos de restauración como la intervención pictórica en el palio del popular Cristo cordobés, el Rescatado, el cuál gracias a su colaboración pudo lucir sus colores originales durante la Semana Santa 2010.

La obra de Ayala es muy rica, en ella podemos encontrar pinturas sobre tabla con tintes flamencos como los retratos al estilo de los hermanos Van Eyck, o las representaciones de la Madonna de expresiones renacentistas que recuerdan a La Virgen de las Rocas de Leonardo Da Vinci.

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